El domingo 18 tenés Fiesta Mínima en el Abasto. ¿Fiesta qué? Fiesta Mínima, un viaje al pasado para reivindicar el presente. Acá Caravaggio, que ese día va a tocar en vivo junto a Mauro Valenti, Espejados y la banda invitada Excursionistas, te lo explica. Mientras alistá tu perfume, pañuelo verde manzana pal bolsillo del saco y el tarro gomina (qué gel ni gel). La vas a pasar bien.
Por Ariel Caravaggio
Los telegramas, las tarjetas personales, la tapa de El Gráfico con Lechuga Roa atajándole penales a los ingleses (no aspiramos a la magnificencia, no creemos en la gloria). Las máquinas de escribir, las polaroids, el tío Ricardo fumando tabaco con gusto a vainilla en pipa. Las imprentas, los sellos postales, el ahullido de la sierra del viejo carnicero del barrio. El club, el bar, las barrigas de los amigos que crecen directamente proporcionales a los abrazos, las despedidas, los recuerdos.
Los vinilos.
Tendría cinco o seis años, pero todavía me acuerdo del fresco de la madera en el cuarto chiquito de la casa de mi abuela. Ahí, entre libros y figuritas con brillantina que fueron la infancia de una Mirta de 9 años escuálida, blonda, hermosa, estaba el mueble con los discos de vinilo y los de pasta, pesadísimos. Estuches que guardaban frituras, vozarrones de Julio Sosa, violines de la Orquesta típica de D’arienzo que eran pequeñas agujas de morfina, pinchando, doliendo y dando placer al mismo tiempo.
¿Qué pasó con las reuniones de vecinos y las compras comunitarias de discos? ¿Dónde quedaron los encuentros de mates y cervezas alrededor del wincofón 3050E?
No hay tristeza peor que el temor al pasado, por eso no quiero confundir con estas líneas amarillas y ajadas. Las canciones son del universo, y por eso las subimos (la idea de ascender sin ascensor, escalera ni dolor en los gemelos, me da gracia) a Internet. Pero también somos románticos, ingenuos, bastante cursis. Además de cantarle a la belleza, al desamor, y hacerlo con ira y esperanza; además de intentar sonidos del Lejano Oeste, de los cercanos ’50, del folclore y la trova, nos juntamos a escuchar vinilos.
Eso, todo esto, aquello son las fiestas Mínima.
Nos faltaba hacerlo a la vuelta del Abasto para ponerle punto final a este principio de año que nos encuentra igual de distintos que siempre.